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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
14 de Diciembre de 2025
(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)
Isaías 35: 1-6a, 10; Salmo 146; Santiago 5: 7-10; Mateo 11: 2-11
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ADVIENTO
III
(A)
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2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO (A)
14 de diciembre de 2025
Isaías 35: 1-6a, 10; Salmo 146; Santiago 5: 7-10; Mateo 11: 2-11
Por: Jude Siciliano , OP
Estimados predicadores:
La frase inicial de la carta de Santiago de hoy sin duda marca el tono del Adviento: «Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor». A menudo hablamos del Adviento como un tiempo que requiere paciencia y espera. Pero no se trata de una espera pasiva, de simplemente soportar las dificultades que la vida nos presenta en nuestra sociedad.
Santiago nos presenta la imagen de un agricultor que espera el «precioso fruto de la tierra», confiando en que el tiempo, la paciencia y la providencia divina traerán consigo el crecimiento. En este tiempo de Adviento, nos recuerda vivir con fe en lo que aún no se ve, en lo que «todavía no». Nos invita a confiar en que el tiempo y la providencia divina traerán consigo el crecimiento.
La paciencia no es fácil en tiempos difíciles. Estas dificultades pueden surgir al lidiar con problemas personales en nuestras familias, nuestra comunidad y nuestra salud. Las malas noticias en medio de conflictos nacionales e internacionales también ponen a prueba nuestra paciencia. La paciencia en Adviento se manifiesta cuando, siguiendo la metáfora de Santiago, cultivamos la tierra de nuestro corazón mediante la oración, el arrepentimiento y la compasión. Somos como el agricultor y debemos prepararnos lo mejor posible. Pero recordamos que no tenemos el control y debemos confiar el resultado al tiempo de Dios.
La buena noticia, nos dice Santiago, es que «el Señor está cerca». Esa cercanía nos da fuerza mientras esperamos en un mundo que aún no ha llegado. Somos tentados y podemos desanimarnos. De hecho, Santiago nos recuerda que Dios está con nosotros mientras esperamos y ya obra en lo oculto: en conversaciones tranquilas, pequeños actos de misericordia, las primeras señales de luz presentes incluso antes del amanecer. ¿Nos hemos dado cuenta?
También nos advierte que no nos quejemos unos de otros. En nuestra espera, podríamos impacientarnos con Dios, lo cual puede extenderse a la impaciencia entre nosotros. El Adviento nos invita a ser amables al ver a otros que son como nosotros, peregrinos en el camino de la redención.
En el evangelio de hoy encontramos a Juan el Bautista en prisión, enviando a sus discípulos a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Este es un momento conmovedor del evangelio. Juan era el profeta apasionado que había proclamado la venida del Mesías. Jesús había venido, pero no parecía ser lo que Juan esperaba. Juan parece estar lidiando con la incertidumbre; incluso podría estar preguntándose si había comprendido bien el mensaje de Dios. Vive en un estado que también conocemos: entre la promesa y su cumplimiento; entre lo que comenzó en Cristo y lo que aún esperamos y anhelamos.
Juan expresa nuestras propias preguntas en Adviento cuando preguntamos: «Señor, ¿dónde estás? ¿Estás realmente presente en este tiempo en nuestro mundo?». El mundo sufre profundamente, tanto espiritual como físicamente. La demora en el cumplimiento de las promesas de Dios puede llevarnos a preguntarnos si Dios y su reino están realmente cerca. Esa es nuestra pregunta de Adviento y, además de plantearla, también estamos invitados a escuchar la suave respuesta de Jesús.
Esta es la respuesta que Jesús da a los discípulos de Juan acerca de sí mismo: «Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia».
Jesús no argumenta ni explica. Señala lo que sucede: la misericordia sanadora y la transformación. ¿Acaso no son señales del reino de Dios? La fe del Adviento nos invita a buscar esas mismas señales. Pueden ser pequeñas y estar ocultas, o estar justo ante nuestros ojos, imposibles de ignorar. Estas señales nos anuncian que el poder salvador de Dios sigue obrando entre nosotros. ¿Acaso no las vemos? ¿Cómo podemos participar de ellas?
Recordemos la bienaventuranza del evangelio de hoy: «Dichoso el que no se escandaliza de mí». Esto supone un desafío para el Adviento, pues los caminos de Dios pueden sorprendernos o inquietarnos. No podemos tropezar cuando Cristo se nos presenta de una forma inesperada: en los pobres y sufrientes, en el lento proceso de la gracia. La fe implica confiar en que, incluso cuando no lo vemos todo con claridad, las promesas de Dios se cumplirán.
Juan el Bautista nos recuerda que incluso el profeta de ferviente convicción lucha por comprender cómo obra Dios. Como él, también nosotros podemos preguntarnos: ¿dónde está el reino de Dios? ¿Por qué parece tardar en llegar cuando el mundo necesita que se manifieste en su plenitud?
Hoy es el tercer domingo de Adviento, también llamado “Domingo de Gaudete”. Es costumbre encender la tercera vela de nuestra corona de Adviento, la “Vela de la Rosa”. Al encenderla, recordamos que la alegría crece en la fe paciente, esa confianza en que, incluso cuando el mundo parece oscuro, la luz de Dios ya está amaneciendo.
Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121425.cfm
P.
Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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