• |
Divina Miseri- cordia (C) |
“La Divina Misericordia en la Persona de Jesús”
4/27/2025
Hechos 4:32-35; 1 Juan 5:1-6; Juan 20: 19-31
Después de la Resurrección, Jesús aparece a los discípulos
varias veces. Con paciencia consuela sus corazones
desanimados. De este modo realiza, después de su
resurrección, la “resurrección de los discípulos”. Y ellos,
reanimados por Jesús, cambian de vida. Antes, tantas
palabras y tantos ejemplos del Señor no habían logrado
transformarlos. Ahora sucede algo nuevo. Jesús los vuelve a
levantar con la misericordia, y ellos, recibiendo la
misericordia, se vuelven capaces de ser misericordiosos.
Hoy celebramos la fiesta de la Divina Misericordia de Jesús.
La lectura del evangelio nos ayuda a entender mejor el
sentido del día. Vemos a Tomás, uno de los Doce, cuya
incredulidad no le permite creer que el Señor vive. Tomás es
un discípulo, hombre bueno que había acompañado a Jesús
durante varios años. El sigue como parte de la pequeña
comunidad de discípulos que se necesitan los unos a los
otros, después de la tragedia de la muerte de Jesús. Pero él
no entiende como Jesús puede estar vivo, como el Señor puede
estar en medio de ellos después de su muerte.
De repente, pasando ya ocho días, Jesús aparece a los
discípulos e invita a Tomás que ponga su dedo en las llagas
de su costado. No sabemos si Tomás lo hizo o no. Pero
tenemos su proclamación de fe, “¡Señor mío y Dios mío!” La
fe de Tomas reconoce a Jesús no solamente como Señor, sino
que también como Dios.
Muchos de nosotros somos como Tomás. Creemos en Cristo y su
poder, pero encontramos difícil creer lo que no hemos visto.
Nunca hemos visto un mundo sin guerra, y no estamos seguros
de que la paz se pueda lograr. Nunca hemos visto un mundo
sin pobres, y dudamos que la miseria se pueda extirpar.
Nunca hemos visto una comunidad que se base en compasión y
amor, y tenemos miedo de que nunca lo vayamos a ver. Tal vez
nunca hemos tenido confianza con el esposo o un padre, y
pensamos que siempre va a ser así. Y ahora no poder imaginar
un país basado en la compasión.
Hoy celebramos la presencia de Cristo Resucitado, de Cristo
la Divina Misericordia. Sin embargo, hay tantos de nosotros
que vivimos encadenados por la adicción del alcohol, por la
depresión, por la alienación, por un espíritu aplastado, por
el abuso domestico, por la falta de autoestima, o por
cualquier otra cadena. Vivimos con las puertas cerradas,
como los discípulos, con miedo. Sí creemos, pero no es
todavía una fe que nos sostiene y nos lleva a la libertad de
sentirnos hijos e hijas de Dios.
El relato del Evangelio de hoy día nos dice que Jesús puede
aparecer en medio de nuestra vida, a pesar de que nuestras
puertas están cerradas y tengamos miedo. Cristo viene, y sus
palabras son “La paz esté con ustedes.” Él nos dice: “Estoy
aquí. Pueden dejar su miedo, su autoprotección, y su duda.
Yo, que he destruido la muerte, puedo destruir también sus
muertes pequeñas de la vida. Tengan confianza. Yo soy la
Divina Misericordia.”
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
•
•
•
•
•
•