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3 Domingo de Adviento

 

 

15 Diciembre, 2024

 

 

 

 

 

Adviento

 

 

III

 

 

 

Sofonías 3: 14-18; Filipenses 4: 4-7; Lucas 3: 10-18


Hoy escuchamos las lindas palabras, “Gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén…” Nos recuerda que Adviento es un tiempo de alegría, no principalmente porque anticipamos el nacimiento de Jesús, sino porque Dios ya está en medio de nosotros. Es lo que proclama el profeta Sofonías, un profeta que estaba animando a un pueblo que ha vivido la realidad de guerra, destrucción, y desplazamiento. Era un pueblo que había sufrido físicamente y había perdido la esperanza. Sin embargo, el profeta les exhorta que no teman porque el salvador poderoso está en medio de ellos.

El mensaje era que mientras que Dios estaba con ellos, el pueblo pudo crear una nueva vida. En la presencia de Dios, no hay nada que les pueda dominar. No están culpables de nada; ellos pueden vivir renovados en el amor de Dios. Ellos tenían la posibilidad de decidir. Pudieron seguir como antes, como cautivas, o pudieron poner su confianza en Dios y vivir ‘como en los días de fiestas’.

Estas palabras nos vienen cuando más las necesitamos. Durante las últimas semanas, vimos nuevas erupciones de Covid, la crisis de inmigrantes en muchos países, y violencia en las escuelas y las calles. Muchos de nuestros ciudadanos viven con miedo, sospecho y un deseo de venganza. Hasta los políticos están usando estas tragedias para promover sus campañas y reforzar una actitud de odio. Como los residentes de Jerusalén en el tiempo de Sofonías, somos un pueblo que necesita palabras de ánimo y alegría.

Seguramente nos preguntamos “¿Cómo?” ¿Cómo es posible tener confianza y alegrarse en medio de tanta tragedia? Tenemos que asegurarnos con las palabras del profeta, es posible porque Dios está en medio de nosotros. Dios ya ha venido y nos ha dejado el Espíritu Santo. Tenemos el poder de hacer llegar el reino de Dios.

El Evangelio nos presenta la pregunta que la gente hace a Juan el Bautista: “¿Que debemos hacer?” Nos enseña que el Reino de Dios no llega sin nuestra participación. No podemos estar sentados con los brazos cruzados esperando que Dios haga milagros. Lo que tenemos que hacer no es extraordinario. Juan no pidió actos heroicos de la gente, sino que vivieran con justicia y compasión. Este es el mismo mensaje que escuchamos hoy.

¿Cómo se puede traducir la admonición de Juan el Bautista hoy? Tal vez la manera más sencilla es decir que debemos vivir sin arrogancia, la arrogancia de creer que merecemos más que otros. Hay que reconocer que todo lo que tenemos es regalo de Dios. No tenemos derecho a más que lo necesario de los hijos/as de Dios, ni como individuos ni como país. Cada uno está llamado a dejar el resentimiento, el odio y la violencia. Y cada vez que aportemos nuestra parte al bien común, el Reino de Dios se hace más fuerte.

El mensaje de hoy es claro, debemos vivir con alegría, porque Dios ya está en medio de nosotros.
 


Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>


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