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3º DOMINGO DE ADVIENTO

 

 

15 de Diciembre de 2024

Sofonías 3:14-18; Salmo 12;
Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18

 

 

 

 

III

 

 

Adviento

 

 

(C)

 

 

 

 

 

 


1. -- P. Carmen Mele, OP" <cmeleop@yahoo.com>

2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>

 

 

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1.
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2.
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
3º DOMINGO DE ADVIENTO
15 de Diciembre de 2024

Sofonías 3:14-18; Salmo 12;
Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18

por Jude Siciliano , OP

 

Queridos predicadores:

 

Juan el Bautista debe haber sido un predicador increíble. Su mensaje atrae a grandes multitudes de personas, tantas que dejan atrás sus rutinas diarias y salen al desierto para escucharlo. No hay un púlpito elegante, ni una gran arena, ni un foco. Solo un hombre inflamado con el Espíritu de Dios, hablando en nombre de Dios, y sus oyentes se contagian de la llama, conmovidos por su celo. “Todo el pueblo estaba expectante...”

Preguntan: “Maestro, ¿qué haremos?” ¿No es esta a menudo nuestra pregunta también? No preguntan: “¿Qué debemos sentir o pensar?” No hay ningún dogma, solo una pregunta simple y urgente: “¿Qué debemos hacer?” Esta podría ser la pregunta que llevemos con nosotros a la Misa de hoy. Parece que la gente está dispuesta a hacer cualquier cosa para contagiar la llama que arde en el corazón de Juan, para compartir su confianza en que Dios está a punto de actuar en su nombre.

La respuesta de Juan es sorprendente: no pide a la gente que abandone sus hogares o sus familias y su trabajo. No les exige ninguna tarea hercúlea, sino que simplemente los llama a vivir su vida diaria con integridad y preocupación por los demás. Si vamos a dar la bienvenida al Niño Jesús en Navidad, también nosotros debemos enfrentarnos a lo que obstaculiza nuestra apertura a Él y lo que empaña nuestra bienvenida. Podríamos hacer la misma pregunta que las multitudes le hicieron a Juan: "¿Qué debemos hacer?". La cuestión no es qué pensar o sentir, sino qué hacer. La inminente venida del Mesías exige acción, ahora, no más tarde.

A los que tienen abundancia, Juan dice: "El que tenga dos mantos, que los reparta con el que no tiene". A los recaudadores de impuestos, que a menudo eran corruptos y estaban en connivencia con los opresores, les ordena: "No exijáis más de lo prescrito". A los soldados, que tenían poder sobre el pueblo, les advierte: "No practiquen la extorsión, no acusen falsamente a nadie y conténtense con su salario".

Juan dirige nuestra atención a los aspectos ordinarios de nuestra vida y nos pide que los vivamos bien. La santidad se encuentra en lo cotidiano:
Padres, honren a sus hijos.
Hijos, respeten a sus padres.
Hermanos, dejen de lado la rivalidad.
Maestros, valoren a sus estudiantes.
Enfermeras y médicos, sean compasivos y atentos con sus pacientes.
Legisladores, escuchen las necesidades de sus electores.
Los empleadores pagan salarios justos y no discriminan.
(Siéntete libre de agregar a esta lista tus propias experiencias de vida).

Son compromisos de toda la vida y exigencias de la vida diaria. Juan propone una moralidad cotidiana, al alcance de todos, sin importar el rol o la ocupación. A menudo es más difícil ser fiel en los aspectos mundanos de la vida que realizar un solo acto heroico.

Cuando esperamos a un invitado, preparamos la casa, limpiando, ordenando. Preparamos el espacio, pero no podemos hacer que venga el invitado. Llegan cuando llegan, y nuestra preparación solo nos prepara para recibirlos. De manera similar, los preparativos diarios que Juan pide en nuestras vidas aumentan nuestra anticipación por la venida de Cristo. Nos mantienen alerta. Expresan nuestra esperanza de que, ahora mismo, Jesús entrará en nuestras vidas, renovará lo cansado y rutinario y lo transformará.

El Adviento es nuestro tiempo para prepararnos, no para el bebé en la cuna, sino para el Cristo adulto que vendrá nuevamente. Jesús nos invita a entrar en un nuevo tipo de comunidad, una nueva forma de vivir en el mundo. Él nos enseñará y nos capacitará para vivir como ciudadanos del Reino de Dios.

Este Reino comienza ahora, aquí, y tiene signos visibles de Su presencia. Sabemos que Él está cerca porque en esta comunidad, cada persona es valorada. No hay forasteros, nadie empujado al final de la fila debido a su género, nacionalidad, raza u orientación sexual. El Reino de Dios ve y atiende las necesidades de los vulnerables, dando la bienvenida a todos como hermosas creaciones de Dios.

El Cristo adulto ha venido, y continúa entrando en nuestras vidas cada día, invitándonos a renovar nuestro compromiso con Su comunidad, Su forma de vida, Su visión. Es heroico permanecer fieles a la rutina diaria de la vida como miembros de Su Reino, viviendo como Él enseñó. Nuestra presencia aquí hoy en el culto muestra que queremos ser ciudadanos leales en el reino de Dios. Este Adviento, pedimos la gracia de hacer precisamente eso. Escuchamos lo que Juan el Bautista nos anuncia: Cuando Cristo entra de nuevo en nuestras vidas, viene con un fuego purificador y un Espíritu vivificante. Nuestra oración de Adviento es: "Ven, Espíritu de Jesús".

Me encontré con esta cita: "Algunas personas entran en nuestras vidas y rápidamente se van. Algunos se quedan por un tiempo y dejan huellas en nuestros corazones, y nunca volvemos a ser los mismos”. Juan el Bautista y Jesús eran así. En Adviento, hacemos una pausa y escuchamos con el corazón. Oramos: “Que las huellas que dejan en nosotros se renueven”.

 

Haga clic aquí para obtener el enlace a las lecturas de este domingo.
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/121524.cfm
 


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