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XXXIII Domingo |
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16 de Noviembre de 2025
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Malaquías 3:19-20; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19
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2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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"PRIMERAS IMPRESIONES"
33.º DOMINGO -C- 15 de noviembre de 2025
Malaquías 3:19-20; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19
Por: Jude Siciliano , OP
Estimados predicadores:
Nos acercamos al final del año litúrgico, y algo se está gestando. Es más que un simple acontecimiento del calendario, como dejan claro las primeras líneas de la primera lectura del profeta Malaquías: «He aquí que viene el día, ardiente como un horno, en que todos los soberbios y todos los malhechores serán como paja…».
Malaquías fue uno de los últimos doce profetas menores. Escribió en el siglo V a. C., después del regreso de los exiliados. Su nombre significa «mi mensajero». Se dirigía a una comunidad de exiliados retornados en Judá, espiritualmente laxa, exhortando tanto a sacerdotes como al pueblo a la fidelidad al pacto de Dios. Su mensaje sigue siendo pertinente en nuestros tiempos. Además, el profeta anuncia la llegada del «día del Señor».
Las imágenes de fuego y rastrojos ardientes simbolizan el juicio de Dios. El mundo sigue su curso, cometiendo injusticias contra los pobres, y a algunos les parece que nadie rinde cuentas. ¿Acaso Dios lo nota o le importa? Malaquías se inscribe en la tradición profética desde Joel hasta Sofonías, quienes describen «el día del Señor» como aterrador y decisivo.
Sin embargo, la lectura concluye con una nota de esperanza: «Pero para vosotros que teméis mi nombre, amanecerá el sol de justicia con sus rayos sanadores». Esta es una de las imágenes más bellas de la literatura profética. Asegura a los fieles que, a pesar de las apariencias, Dios sí ha visto el sufrimiento de los oprimidos. Para ellos, la liberación y la alegría llegarán.
La Iglesia primitiva interpretó esto como una profecía mesiánica que señalaba a Cristo, y con razón. Las primeras lecturas de nuestras Eucaristías se eligen a la luz del Evangelio. Generalmente, la primera lectura anticipa el cumplimiento que se encuentra en el Evangelio. Así pues, hoy ambos textos comparten un tema profético común: la llegada del «día del Señor», que trae consigo un doble mensaje de juicio y esperanza.
En el Evangelio, Jesús se dirige a quienes admiran la belleza y el esplendor del Templo, con sus «preciosas piedras y ofrendas votivas». Parecen absortos en los aspectos externos de la religión mientras contemplan con asombro el edificio. Jesús, haciéndose eco de la voz serena de Malaquías, les advierte a quienes se pierden en la superficialidad de la religión: «Todo lo que ven aquí, llegará el día en que no quedará piedra sobre piedra; todo será derribado».
Quienes contemplaban el Templo con asombro lo habrían considerado eterno; sin embargo, Jesús advierte: «No quedará piedra sobre piedra». No se trata solo de una predicción de la destrucción del Templo; Jesús también advierte sobre falsos profetas, guerras y persecución.
¿Acaso Dios planea destruir a causa de los falsos profetas y la persecución? ¿Es este simplemente el «día de la ira» de Malaquías? Ni Malaquías ni Lucas proclaman un Dios con intención de destruir, sino un Dios que purifica y renueva. En ese «día ardiente como un horno», Malaquías vislumbra sanación y libertad para los fieles. Jesús, previendo pruebas, guerras, persecución y pérdidas, llama a sus seguidores a una fe inquebrantable: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas».
Vivimos en medio de la incertidumbre, y nuestro mundo a menudo parece estar al borde del colapso, ya sea político, moral o personal. Nuestras lecturas proféticas nos exhortan a mantenernos firmes y confiar en el Señor. Los tiempos de juicio y crisis pueden parecer el fin, pero también anuncian la luz transformadora de Dios.
Hay muchas maneras de experimentar la turbulencia que describen Malaquías y Jesús, no solo en los grandes acontecimientos históricos, sino también en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana. Hoy, las estructuras sociales y de liderazgo pueden parecer inestables o injustas: guerras, corrupción, la erosión de la confianza en las instituciones y la agitación social. Así como la gente de la época de Jesús consideraba el Templo un lugar seguro —el centro mismo de la identidad de Israel—, nosotros también podemos aferrarnos a lo que alguna vez nos pareció estable. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que, si bien el poder humano se desvanece, el reino de Dios perdura.
Esta verdad también se aplica a nuestra vida personal. Hay momentos de gran incertidumbre, como pequeñas crisis existenciales, cuando la vida se tambalea: por una enfermedad, una traición, un fracaso o un cambio profundo. En esos momentos, Jesús nos asegura que Dios permanece constante, incluso cuando todo lo demás parece incierto.
En ocasiones podemos experimentar el colapso y la pérdida. En esos momentos, la imagen de Malaquías sobre el fuego purificador y el llamado de Cristo a la perseverancia nos recuerdan que la fe —no el miedo— es nuestro fundamento seguro.
Como lo indica el cambio de tono de nuestras lecturas recientes, el año litúrgico se acerca a su fin. Las Escrituras nos recuerdan que ya conocemos la postura de Dios y que las injusticias presentes no tendrán la última palabra. Mientras esperamos la resolución de Dios, continuamos, en la medida de nuestras posibilidades, viviendo con fidelidad, cumpliendo su voluntad y uniéndonos a Él contra la injusticia. Después de todo, ¿acaso no ha salido ya el sol de la justicia para nosotros e iluminado nuestro camino?
Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/111525.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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