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XXI

DOMINGO

(B)

XXI Domingo Ordinario (B)

 

 

 

08/25/2024

Josué 24: 1-2, 15-17, 18;
Efesios
5: 21-32;
Juan
6:  55, 60-69


 

Si nos enfocamos en un aspecto del Evangelio hoy, creo que lo mejor sería la pregunta que Jesús pone a sus discípulos, “¿También ustedes quieren dejarme?”  Y junto con la pregunta, la respuesta de Simón Pedro, “Señor, ¿a quien iremos?  Tu tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”

 

Uno tiene que preguntarse si la emoción que vemos en Jesús es enojo o tristeza.  Después de haber visto sus milagros y escuchado sus palabras, “muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con el”.  Jesús los miró saliendo y supo que estaban murmurando que sus palabras eran intolerables. Puede ser que Jesús dudaba que hasta los apóstoles pudieran tener fe.  Entonces, escuchamos la voz de Jesús, “¿También ustedes quieren dejarme?”    

 

Lo interesante es que Jesús pone tanto valor en la libertad de la persona.  Les da la libertad de aceptar o no.  Les da a los discípulos la posibilidad de dudar, de dejarle, y tal vez de regresar más tarde, si crece su fe.  El no les corre detrás, tratando de salvar a sus seguidores.  Jesús está contento dejar el verdadero trabajo de crear discípulos al Espíritu Santo.   Jesús no está haciendo un concurso de popularidad.  El sigue fiel a su misión de proclamar el Reino de Dios y el gran amor de su Padre para los pobres de la tierra. 

 

Además, es verdad lo que dijo la gente.  Lo que habló Jesús era muy difícil aceptar.  San Juan pone este relato al final del discurso sobre el Pan de Vida.  ¿Como la gente podía entender tal misterio?  Igual con las palabras de Jesús que el Hijo del hombre iba a “subir a donde estaba antes”.  No podemos culpar a la gente por sus dudas y su hesitación.  La única respuesta que tiene sentido es la respuesta de Simón Pedro, “Señor, ¿a quién iremos?  Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

 

Como Simón Pedro, a veces nos encontramos frente al misterio que no podemos entender.  ¿Como explicar el dolor de un ser querido que sufre de cáncer?  ¿Cómo entender la depresión del esposo que pierde su trabajo?  ¿Cómo entender un accidente que quita la vida de un joven?  ¿Cómo entender a un hijo que se entrega a la droga?  ¿Donde está el Dios de amor en estos casos?  Para mucha gente, es más fácil echarse para atrás y no andar más con el Señor.   

 

Otra gente se queja que la Iglesia no está como la Iglesia de su niñez.  Quieren una Iglesia donde el sacerdote condena a los que no siguen las reglas.  Tal vez por sentirse superior que los demás, quieren escuchar la condena de “los pecadores” de la congregación: los divorciados, los que no están casados por la Iglesia, los que tienen otra orientación sexual.  No quieren que Dios les de la libertad de seguir a Jesús según su conciencia.   Entonces, también se echan para atrás y no andan más con la Iglesia.

 

Lo que vemos en el Evangelio es que, en momentos difíciles, solamente una relación personal con Jesús es suficiente.  Simón Pedro tuvo sus dudas, pero más importante, tuvo una relación personal con Jesús.  Como Simón Pedro, cuando tenemos dudas, debemos rezar junto con él, “Señor, ¿a quién iremos?  Tú tienes palabras de vida eterna.”

 


Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>


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