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XXXIII Domingo Ordinario
17
Noviembre, 2024
XXXIII
Domingo
B
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Daniel 12: 1-3;
Hebreos 10:
11-14, 18;
Marcos 13:
24-32
La primera lectura del día de hoy habla de un tiempo de angustia. Me hace pensar
en los muchos desastres en el mundo y en nuestro país durante las últimas
semanas. Hemos llorado con las familias que han perdido a sus seres queridos en
las tormentas. Nuestro corazón se rompe al ver fotos de niños muertos de hambre.
Y sufrimos la angustia de los que perdieron a familiares debido a la violencia
en las calles de nuestras ciudades. Podemos decir que, de una manera, era el
final del mundo para muchas de estas personas.
Es bueno preguntarnos lo que quiere decir las lecturas de hoy. En la tradición
de los judíos, había varias creencias acerca del final de los tiempos. No
estaban hablando del fin del mundo, sino del fin de la época de pecado. Creyeron
que vendrá el día cuando la gente iba a vivir según la voluntad de Dios. Algunos
estaban esperando la llegada de esta época con la venida de un sacerdote, otros
con alguien de los cielos, y otros con un misterioso “Hijo del Hombre”. Pensaron
que el cambio seria acompañado por un tiempo de sufrimiento. Entonces, lo que
leemos es un lenguaje apocalíptico que explica el proceso de pasar de un tiempo
a otro.
En la lectura del libro de Daniel y también en el Evangelio, a pesar del
cataclismo, los justos llegan a quedarse con Dios. Para nosotros, es un buen
mensaje hoy en día. Muchos se preguntan si hay sentido de los eventos que
ocurren- la maldad, la guerra, el hambre, la esclavitud, la destrucción de la
naturaleza, la muerte de los inocentes. Mayormente, todos pasamos ratos cuando
estas preguntas nos molestan mucho. Necesitamos el consuelo y ánimo de las
lecturas que nos dicen que al final de cuenta, estaremos con Dios.
Como católicos, creemos que la nueva época empezó con la llegada de Cristo que
recordamos durante Adviento y la Navidad. Pero esta nueva época llega a su
plenitud solamente cuando nos abrimos a su poder. Cada vez que reflexionamos en
nuestra debilidad, a pesar de las tribulaciones, entramos otra vez en la nueva
época, donde reina la justicia y la paz. Esta nueva época ocurre no a cierto
momento según nosotros, sino como un desarrolla de nuestra fe y nuestra
esperanza, según la voluntad de Dios. Por lo tanto, debemos tener la seguridad
de que Dios está presente y su poder es más fuerte que cualquier fuerza del mal.
Algunos teólogos dicen que estamos llamados a dos acciones proféticas. Primero
debemos pedir la gracia de lamentar el mal que vemos en el mundo; y segundo,
pedir la fuerza para NO cerrar los ojos y aguantar la injusticia. Como
cristianos, tenemos que gritar fuerte contra el abuso, la explotación y la
negación de derechos de los pobres. Esta lamentación debe expresarse en
oraciones y acción cívica. Es por eso que nuestra participación en la comunidad
cívica es importante. No es suficiente votar cada cuatro años. Debemos hacer
escuchar nuestra voz en cuanto a las leyes que afectan a los excluidos y
necesitados de la comunidad.
La otra acción profética es de proclamar la Buena Nueva. Hay que proclamar la
acción de Dios en favor de la gente sin voz. Entonces, cuando vemos que los
cristianos responden a las crisis del momento, debemos levantar la voz en
alegría. Cuando nos hacemos parte de esfuerzos que anuncian que todos
pertenecemos a la familia de Dios, ya sea en las alegrías y tristezas, debemos
dar gracias por la comunidad de fe. Y cuando vemos la bondad de un individuo o
un grupo, debemos bendecirla con gran entusiasmo.
Hoy, podemos empezar de nuevo, lamentando lo malo y proclamando lo bueno de
nuestra comunidad. En esta nueva época de justicia, podemos servir como luz en
la oscuridad y alegría en la tristeza. En nuestra época nueva, todos estamos
llamados a ser profetas.
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
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