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2º DOMINGO DE ADVIENTO

 

7 de Diciembre de 2025

(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)

Haga clic para ver la Inmaculada Concepción 12/8/2025


Isaías 11: 1-10; Salmo 72; Romanos 15: 4-9; Mateo 3: 1-12


 

 

 

ADVIENTO

 

 

II

 

 

(A)

 

 


 

 

1. -- Hermana Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>

2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>

 

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1.
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ADVIENTO II

12.07.25

Isaías 11: 1-10; Romanos 15: 4-9; Mateo 3: 1-12


La bella poesía del profeta Isaías nos capta la imaginación y nos lleva a una visión de paz y armonía.  Pensamos en los imagines en tarjetas de Navidad- el lobo al lado del cordero y el leopardo durmiendo al lado del cabrito.  Nos encanta la idea del niño jugando sin miedo en la cueva de la víbora o sobre el agujero de la cobra.  Es una visión de un mundo a paz- y nosotros anhelamos tal mundo.

 

Nos facina la idea de animales que normalmente son enemigos comiendo y durmiendo juntos, sin peligro de peleas.  Soñamos con la visión del mundo de hoy existiendo en tanta armonía.  Pero mayormente consideramos tal visión un ideal, algo que nunca vamos a ver en nuestra vida.  Aceptamos las palabras de Isaías como un sueño y no como una visión de un mundo posible. 

 

Pero la lectura indica que vendrá un rey que puede crear condiciones donde hay paz.  El profeta escribió en un tiempo cuando el pueblo vivió bajo la amenaza de invasión y guerra.  Siempre había miedo de un ataque.  Sin embargo, el profeta insiste que vendrá un rey que puede establecer un reino basado en la justicia.  Este rey se preocupará de los desamparados y no se dejará llevar por apariencias, ni odio, ni violencia.   La paz existirá no basada en el control de los poderosos, sino en la autoridad y voluntad de Dios.

 

La paz que vemos en esta lectura no es solamente la falta de conflictos.  Es más bien la coexistencia de razas distintas.  Nos hace pensar en cómo podemos entender esta paz hoy en día.  No es una paz que existe porque cada grupo tiene su vecindario distinto, su propia área para trabajar y descansar.  Muchos piensan que tenemos paz cuando los Latinos tienen su vecindario, los morenos otro, y los blancos otra parte.  Piensan que hay paz cuando los musulmanes viven en una parte del estado y los cristianos y judíos en otra.  O tienen la idea de que las escuelas son mejores si todos los alumnos vienen de una sola clase económica.  Pero esa no es la visión de Isaías.  La paz de Isaías viene cuando todos pueden llevarse bien- sin miedo, ni falta de confianza. 

 

Este tipo de paz no viene de por sí.  Necesita esfuerzos grandes para vencer nuestras inclinaciones de ponernos primero e ignorar las necesidades de otros.  En el Evangelio escuchamos las palabras de Juan el Bautista.  El nos dice que para que llegue el reino de Dios, tenemos que arrepentirnos, tenemos que cambiar nuestro corazón y nuestra mente.   No es una cosa fácil.  Tenemos que perder los resentimientos y prejuicios que existen en nuestro corazón.  Tenemos que reconocer las necesidades de otros como tan importantes como las nuestras.  Tenemos que aceptar que los que viven bien tienen responsabilidad por los que tienen menos.

 

Cuando empezamos a pensar en esta visión de paz, vemos que cada uno puede hacer algo para promover la posibilidad.  No es cuestión de leer las lindas palabras y soñar con la esperanza de que Dios haga el trabajo.  Dios se hizo humano hace dos mil años.  Dios pide la colaboración de todos nosotros para crear un reino de paz aquí en la tierra.  Adviento es un buen recuerdo de que la promesa de Dios se va a cumplir con nuestra participación.  Si queremos la paz, es necesario cambiar el corazón y crear un espacio donde enemigos ya no existen.  Empezaremos hoy en la familia,  en la Iglesia, y en la comunidad.

 

Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>

 

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2.

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“PRIMERAS IMPRESIONES”

2º DOMINGO DE ADVIENTO (A)

7 DE DICIEMBRE DE 2025

Isaías 11: 1-10; Salmo 72; Romanos 15: 4-9; Mateo 3: 1-12

Por: Jude Siciliano , OP

 

Estimados predicadores:

 

El pasaje de Isaías que leemos hoy es uno de los más queridos del Adviento. Está lleno de esperanza y promesa, y describe la llegada de un nuevo rey del linaje de David: «En aquel día, brotará un retoño del tronco de Jesé».

 

La imagen del tocón en la obra de Isaías bien podría describir la situación actual de nuestro mundo. Las noticias de esta mañana informaron que 30.000 mujeres y niños han muerto en Gaza y que 1,2 millones de gazanos se han convertido en refugiados. El «tocón» también podría describir algún aspecto de nuestras propias vidas: la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo, el deterioro de la salud, una relación rota. Un tocón es algo cortado, sin vida y aparentemente irrecuperable.

 

Israel debió parecerle al profeta un tronco muerto. Su monarquía había fracasado y su pueblo estaba en el exilio. Sin embargo, Isaías habla de un nuevo retoño que brota, simbolizando el poder de Dios para dar vida de la ruina. ¿Podría Dios realmente hacer eso por Israel? Parecía imposible. ¿Puede Dios hacer brotar un nuevo retoño del tronco de nuestras vidas?

 

Esa es la esperanza del Adviento. Esperamos que Dios traiga nueva vida a un mundo cansado —y a nuestros propios corazones— incluso en situaciones que parecen desesperadas. Dios ha hecho una promesa, y Dios cumple sus promesas. El profeta nos recuerda que el nuevo gobernante no juzgará por las apariencias —la medida habitual del mundo— sino con justicia, defendiendo a los pobres y venciendo la opresión. Nuestra espera no es pasiva, sino que anhelamos el día en que todos vivamos en la verdad y el amor de Dios.

 

En Adviento, la Iglesia se convierte a la vez en signo e instrumento de esa esperanza.

El Adviento es un tiempo de espera, pero no de inactividad. La visión de Isaías del retoño que brota del tronco de Jesé nos recuerda que Dios siempre está obrando, incluso cuando la vida parece árida. Isaías ve nueva vida brotando de la tierra dura y seca. Promete que, tras el fracaso del reinado de Israel, Dios levantará un nuevo rey: uno lleno del Espíritu, que gobernará con justicia, compasión y paz.

En el Evangelio de hoy, Juan el Bautista clama en el desierto, llamando a la gente a preparar el camino del Señor: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado». Exige una respuesta inmediata. Debemos cambiar para dar cabida a la justicia de Dios.

 

Juan es como un jardinero que remueve la tierra para que pueda crecer el nuevo brote que vio Isaías.

El retoño de Jesé crece silenciosamente, pero lo transforma todo. El reino de Dios comienza en pequeños actos de arrepentimiento, misericordia y reconciliación; en aquellos momentos en que permitimos que el Espíritu, que mora en nosotros, ablande la dureza de nuestros corazones. «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor».

 

El Adviento es un tiempo de esperanza; no la esperanza superficial que solo desea que las cosas mejoren, sino una confianza profunda y serena en que Dios obra incluso cuando no podemos ver cómo. Vivimos en un mundo, tanto en el plano general como en el personal, que a menudo se siente como un campo de tocones: guerra, animosidad, confusión moral y pérdidas personales. Todo esto puede desanimarnos. Imagina un estandarte de Adviento en el santuario que diga: «Dios aún no ha terminado con nosotros». De lo que parece estéril, Dios puede hacer surgir nueva vida.

 

¿Puedes oír la voz familiar que nos llama este segundo domingo de Adviento? Es Juan el Bautista: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Su clamor es urgente y esperanzador, y nos recuerda que la venida de Dios no está lejos ni es algo abstracto. Está cerca, muy cerca.

 

Pero para que la nueva vida de Dios arraigue, algo debe cambiar en nuestro interior. El Adviento no es solo tiempo de adornos y compras. Aunque estas cosas sean agradables, también pueden distraernos de lo que realmente importa. Debemos despejar nuestro corazón, concentrarnos y hacer espacio para que Cristo entre.

 

Fíjense dónde encontramos a Juan hoy: en el desierto. En las Escrituras, el desierto es el lugar donde Dios habla a un pueblo errante: liberado de la esclavitud, pero sin saber adónde va. Allí aprenden a depender de Dios día a día. El desierto elimina falsas seguridades y distracciones, enseñando al corazón a escuchar.

 

Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/120725.cfm

 

P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
 


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