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Hermana Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
2º DOMINGO DE ADVIENTO
(A)7 DE DICIEMBRE DE 2025
Isaías 11: 1-10; Salmo 72; Romanos 15: 4-9; Mateo 3: 1-12
Por: Jude Siciliano , OP
Estimados predicadores:
El pasaje de Isaías que leemos hoy es uno de los más queridos del Adviento. Está lleno de esperanza y promesa, y describe la llegada de un nuevo rey del linaje de David: «En aquel día, brotará un retoño del tronco de Jesé».
La imagen del tocón en la obra de Isaías bien podría describir la situación actual de nuestro mundo. Las noticias de esta mañana informaron que 30.000 mujeres y niños han muerto en Gaza y que 1,2 millones de gazanos se han convertido en refugiados. El «tocón» también podría describir algún aspecto de nuestras propias vidas: la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo, el deterioro de la salud, una relación rota. Un tocón es algo cortado, sin vida y aparentemente irrecuperable.
Israel debió parecerle al profeta un tronco muerto. Su monarquía había fracasado y su pueblo estaba en el exilio. Sin embargo, Isaías habla de un nuevo retoño que brota, simbolizando el poder de Dios para dar vida de la ruina. ¿Podría Dios realmente hacer eso por Israel? Parecía imposible. ¿Puede Dios hacer brotar un nuevo retoño del tronco de nuestras vidas?
Esa es la esperanza del Adviento. Esperamos que Dios traiga nueva vida a un mundo cansado —y a nuestros propios corazones— incluso en situaciones que parecen desesperadas. Dios ha hecho una promesa, y Dios cumple sus promesas. El profeta nos recuerda que el nuevo gobernante no juzgará por las apariencias —la medida habitual del mundo— sino con justicia, defendiendo a los pobres y venciendo la opresión. Nuestra espera no es pasiva, sino que anhelamos el día en que todos vivamos en la verdad y el amor de Dios.
En Adviento, la Iglesia se convierte a la vez en signo e instrumento de esa esperanza.
El Adviento es un tiempo de espera, pero no de inactividad. La visión de Isaías del retoño que brota del tronco de Jesé nos recuerda que Dios siempre está obrando, incluso cuando la vida parece árida. Isaías ve nueva vida brotando de la tierra dura y seca. Promete que, tras el fracaso del reinado de Israel, Dios levantará un nuevo rey: uno lleno del Espíritu, que gobernará con justicia, compasión y paz.
En el Evangelio de hoy, Juan el Bautista clama en el desierto, llamando a la gente a preparar el camino del Señor: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado». Exige una respuesta inmediata. Debemos cambiar para dar cabida a la justicia de Dios.
Juan es como un jardinero que remueve la tierra para que pueda crecer el nuevo brote que vio Isaías.
El retoño de Jesé crece silenciosamente, pero lo transforma todo. El reino de Dios comienza en pequeños actos de arrepentimiento, misericordia y reconciliación; en aquellos momentos en que permitimos que el Espíritu, que mora en nosotros, ablande la dureza de nuestros corazones. «Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor».
El Adviento es un tiempo de esperanza; no la esperanza superficial que solo desea que las cosas mejoren, sino una confianza profunda y serena en que Dios obra incluso cuando no podemos ver cómo. Vivimos en un mundo, tanto en el plano general como en el personal, que a menudo se siente como un campo de tocones: guerra, animosidad, confusión moral y pérdidas personales. Todo esto puede desanimarnos. Imagina un estandarte de Adviento en el santuario que diga: «Dios aún no ha terminado con nosotros». De lo que parece estéril, Dios puede hacer surgir nueva vida.
¿Puedes oír la voz familiar que nos llama este segundo domingo de Adviento? Es Juan el Bautista: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Su clamor es urgente y esperanzador, y nos recuerda que la venida de Dios no está lejos ni es algo abstracto. Está cerca, muy cerca.
Pero para que la nueva vida de Dios arraigue, algo debe cambiar en nuestro interior. El Adviento no es solo tiempo de adornos y compras. Aunque estas cosas sean agradables, también pueden distraernos de lo que realmente importa. Debemos despejar nuestro corazón, concentrarnos y hacer espacio para que Cristo entre.
Fíjense dónde encontramos a Juan hoy: en el desierto. En las Escrituras, el desierto es el lugar donde Dios habla a un pueblo errante: liberado de la esclavitud, pero sin saber adónde va. Allí aprenden a depender de Dios día a día. El desierto elimina falsas seguridades y distracciones, enseñando al corazón a escuchar.
Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/120725.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>