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XXIV

DOMINGO

(A)

XXIV Domingo Ordinario (A)

9.17.2023

Eclesiástico 27:30-28:7

Romanos 14:7-9

Mateo 18: 21-35


 

Venimos hoy a la a misa y encontramos que las lecturas nos hablan otra vez de perdón.  Todos sabemos lo dificil que es pedir perdón cuando hemos ofendido a otro; pero puede ser aún más difícil perdonar cuando hemos sido ofendidos.  Sin embargo, nos comprometemos a hacerlo cada vez que decimos la oración del Señor: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.”  ¡Que desafío más grande si tomamos en serio estas palabras! 

 

Algunos dicen que una característica exclusiva de la religión cristiana es su insistencia en el perdón.  La primera lectura de hoy muestra que este no es exactamente la verdad.  La advertencia de Jesús de perdonar surgió directamente de su propia tradición judía.   Eclesiástico instruye al pueblo judío de su época: “Perdona la injusticia de tu prójimo; cuando hagas esto, tus propios pecados serán perdonados.”  Indica que el autor sabe que la ira y la venganza pueden envenenar el espíritu de quien guarda tales actitudes, y que el perdón y la misericordia tienen el poder de sanar no solamente al ofensor, sino también al que esta ofendido.     

 

En el Evangelio tenemos la famosa pregunta de San Pedro, quien piensa que perdonar siete veces es aun más de uno debe hacer.  Se puede imaginar su susto cuando Jesús le contesta que tiene que perdonar siete veces siete.  Hoy podemos pensar en las familias de victimas de violencia y guerra que escuchan esta lectura y se preguntan si pueden perdonar a los que atacaron a sus seres queridos.  Nosotros tambien tal vez encontramos en nuestros corazones algunos rasgos de odio y de rencor.  Como San Pedro nos quedamos asustados con las palabras de Cristo.    

 

Es verdad que perdonar es clave a la vida cristiana.  Perdonar es lo que nos hace parecer a Dios.  Perdonar es el signo de que hemos interiorizado las enseñanzas de Cristo y que somos verdaderamente sus seguidores.  Pero perdonar es difícil, tal vez lo más difícil de todos los mandatos de Jesús.   Creo que es solamente con el don de la Eucaristía que podemos hacerlo. 

 

El don de la Eucaristía nos libera del sentido de rencor que es capaz de paralizarnos.  La Eucaristía nos revela la verdad que el Espíritu de Dios vive en nosotros y nos da el poder de extender el Reino de Dios- un Reino de justicia y de paz.  La Eucaristía nos da la fuerza de salir al mundo proclamando la Buena Nueva a los pobres, dando una visión de bondad a los que son ciegos a la belleza de la vida.  La Eucaristía nos impulsa a caminar con los perdidos, a llevar una palabra de esperanza a los olvidados, y a ofrecer nuestra presencia a los que sufren.  Es en la Eucaristía que encontramos la fuerza de olvidarnos a nosotros y a perdonar a los demás. 

 

Cuando reconocemos que no somos capaces de perdonar, tenemos que ofrecer nuestro corazón a Dios y pedirle que El haga lo que no podemos hacer solos.  Hoy en la Santa Comunión, tendremos la oportunidad de juntar nuestro corazón con el amor inmenso de un Dios que tiene cariño para todos sus hijos e hijas.


"Sr. Kathleen Maire  OSF"  <KathleenEMaire@gmail.com>


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