08.14.2022 XX Domingo Ordinario (C) Jeremías 18: 4-6, 8-10 Hebreos 12: 1-4 Lucas 12: 49-53
El Evangelio de hoy empieza con las palabras de Jesús, “¡He venido a traer fuego a la tierra y cuanto desearía que ya estuviera ardiendo!” Se puede sentir la pasión de Jesús, su impaciencia para la llegada del reino, su deseo que la misión se cumpla más rápido. Jesús es guiado por el Espíritu Santo, ardiendo con la misión de establecer el Reino de amor y justicia. El fuego le está consumiendo, y su grito es uno de angustia.
Estas palabras nos recuerdan al profeta Jeremías, “…pero sentía en mi algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía.” Parece que el fuego está fuera de su control y no de su propia voluntad. El fuego viene de Dios y tiene una misión de Dios. Es lo mismo con Jesús, solo que Jesús no quiere controlarlo. Quiere que el fuego tenga vida y siga hasta su cumplimiento.
En el caso de Jesús, el Espíritu trajo en él la misión del perdón y la reconciliación. Por lo tanto, con la muerte y resurrección, Jesús envía a los discípulos a continuar la misma misión. Este mismo fuego que le hacía arder con pasión va a llenar a los discípulos y animarlos para la misión. Por ejemplo, escuchamos un reflejo de esto en las palabras de los discípulos en el camino de Emaús, “¿No sentíamos arder en nuestros corazones cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”
Podemos decir que Jesús nos manda el mismo fuego en el sacramento de Bautismo. Tenemos el don del Espíritu Santo y rezamos a menudo, “Que venga tu reino”. Hoy escuchamos la invitación de Jesús de dejar arder nuestros corazones con pasión y diligencia. No hay mejor momento para abrirnos a la fuerza del Espíritu. El mundo en que vivimos clama la falta de paz y la justicia. Los refugiados e inmigrantes están buscando una bienvenida en nuevos países. Los desamparados están pidiendo una oportunidad de ganarse la vida. Los jóvenes están desesperados por encontrar el sentido de vivir según la voluntad de Dios.
Jesús nos recuerda que arder con el fuego de la justicia no es fácil. Hay consecuencias serias como resulto por aceptar a Jesús. Pensemos por ejemplo en los momentos de angustia cuando una pareja desea casarse con su esposo no-católico y que no está de acuerdo de criar a los hijos en la religión católica. Pensemos también en la burla que uno sufre cuando tiene que defender su posición política basada en una convicción que un candidato no respeta los derechos de los pobres y los inmigrantes. Pensemos en un empleado que tiene que luchar con su conciencia cuando ve que su jefe está robando a su empresa. Y qué tal cuando una muchacha que sufre rechazo por parte de su mamá cuando le dice que su compañero la está molestando. Los ejemplos son muchos al tratar de alumbrar el mensaje de Jesús de paz y justicia. Hablar siempre con la verdad y hacer lo bueno tiene consecuencias serias en nuestras vidas hoy día.
Sin embargo, tenemos las palabras de Jesús que nos invita a que compartamos su misión. Pidamos la gracia para poder estar siempre dispuestos y responder con generosidad a su llamado.
"Sr. Kathleen Maire OSF" <KathleenEMaire@gmail.com>
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