
II Domingo de Cuaresma
(A)
- 03/05/2023
Génesis
12: 1-4
Timoteo
1; 8-10
Mateo
17: -9
A primera vista, las lecturas de hoy parecen no tener nada que ver
con la Cuaresma. Leemos la parte del Éxodo en que Dios escogió a
Abram por la única razón que Dios tuvo gran amor para la gente y
quiso bendecir a todas las naciones por medio de él. Escuchamos la
promesa que se extiende hasta hoy día, “En ti serán bendecidos todos
los pueblos de la tierra”. Toda la iniciativa de la salvación
depende de Dios. Vemos que Dios es gracia inexplicable.
Seguimos con la carta de san Pablo a Timoteo. Leemos que Dios nos
salva y nos llama a una vida santa. Esta vocación no depende de
nuestras buenas obras, sino de la voluntad de Dios. Otra vez vemos
que la gracia de Dios no es un premio por lo que hacemos, sino un
don gratuito. La realidad es que la gracia de Dios es un impulso
para nuestra conversión y para un cambio de vida. San Pablo insiste
en que esta gracia y llamada a la santidad existía desde la
eternidad, pero que ahora se manifiesta por medio de Jesucristo.
Es interesante que la Iglesia nos ofreció una lectura del Génesis la
semana pasada y otra hoy día. La Iglesia insiste que desde la
creación del mundo, Dios permanece en medio de la historia humana,
cuidando a la gente, siempre listo para ayudarnos en nuestras
necesidades y generoso en el perdón. La idea de la salvación no es
algo que se le ocurrió a Dios durante el transcurso de la historia,
sino su intención fundamental. Dios es un Dios de amor desde el
principio. La Cuaresma es una oportunidad para reflexionar en esta
verdad. Cada uno de nosotros siempre estuvimos en la mente de Dios.
Y por fin llegamos al Evangelio, una linda descripción de la
transfiguración de Jesús, cuando Pedro, Santiago y Juan le vieron
resplandeciente como el sol. Vemos a los apóstoles asustados,
confundidos, queriendo quedarse siempre en este momento de
iluminación. Pero a poco rato, viene la voz de Dios diciendo: “Este
es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias;
escúchenlo”. Con estas palabras, Dios establece a Jesús como su
portavoz. Dios establece a Jesús como su mensajero legítimo. Y aún
más, Dios establece la relación que existe entre Él y Jesús, “Este
es mi Hijo muy amado”.
Pensando un poco, vemos que las lecturas son perfectas para la
segunda semana de Cuaresma. Nos llaman a una vida santa por medio
de Jesús, nuestro guía, nuestro camino, y nuestro hermano. Nos
proclaman que esta es la voluntad de Dios desde el principio de la
creación. Y nos dicen que como Abram, tenemos que empezar un viaje,
dejando atrás lo familiar, lo cómodo, lo conocido, lo fácil, lo que
no pertenece a la vida santa.
Esta caminata de la Cuaresma nos llama a una transformación. No es
suficiente pensar que podemos abstenernos de alguna comida, de
bebida, o de alguna rutina. La cuaresma nos llama a un cambio de
dirección, a un reenfoque de nuestra mente, a una dedicación a la
vida santa. Tal vez podemos decir que tenemos que aceptar el
perdón de Dios por nuestros pecados, y en turno tenemos que perdonar
a los que nos han ofendido.
Si podemos pensar en una sola persona con quien tenemos rencor u
ira, es esta persona que tenemos que perdonar. Puede ser un papá o
una mamá por lo que pasó muchos años atrás; un hermano o hermana que
siempre salió adelante; a un vecino o compañero que estaba premiado
por algo que nosotros hicimos. Puede ser un hijo e hija que nos ha
robado de nuestra esperanza e ilusión. Puede ser un jefe de trabajo
que nunca apreció nuestro esfuerzo. Puede ser un oficial del
gobierno que nos culpó por un delito. Puede ser nuestra propia
persona que nunca alcanzó nuestro ideal.
Jesús nos invita al perdón. Como dice Dios en el Evangelio,
“Escúchenlo”.
"Sr.
Kathleen Maire OSF" <KathleenEMaire@gmail.com>